Qué amanecer tan bonito desde tus ojos,
qué sonrisa para salvarme de naufragios,
qué corazón tan descarado,
qué voz tan indecente,
qué asco te tiene la suerte de mezclarte en mi saliva,
con qué desvergüenza lames mis heridas,
cuánto cuestan los besos de botella
porque voy a pagarte cualquiera de mis resacas.
Nos vamos a tomar los sueños de un solo trago
para escribir a estas costumbres
que me tienen resuelta
a besarte en silencio,
a temerte despreocupado,
a bailarte a doble tiempo,
a treparte con los dedos cada relieve y hacerlos océanos.
Te voy a llenar los bolsillos de poesía
para que te acuerdes de mí en cada uno de tus desastres,
y no me pongas esos ojitos tan tuyos
cuando me hables de ilusiones y tempestades,
porque entonces voy a tener desdudarte,
para que no vuelvas a tener frío.
Tengo en la cabeza siete pecados,
y todos contigo.
Vamos a romper con todo lo establecido,
y tranquilo,
voy a caer para drogarme de lado
con esa espalda tuya que vigilo con mis dedos
para que nunca tengas que quemarlo.
Verás,
eres el remedio y la enfermedad.
Faltas y todo sobra.
Que no sirve de nada improvisar
si tus sonrisas no son por mi culpa.