martes, 7 de mayo de 2013

Despedida de un amor suicida

"Hormigón mental.
Nada nos puede matar."
Esto es lo que creemos antes de caer y de aprender a contender,
pero los errores iniciales conducen a los primeros remordimientos,
que nos llevan muy a menudo a la hora de nuestro fin,
y para que nuestras vidas se consuman, ahora consumimos.
En suma, asumimos que el alboroto nos atonta.
Rompemos nuestra carrera dejando atrás nuestras espaldas.
Queríamos cruzar las barreras, pero nos vimos obligados a dar marcha atrás,
porque los problemas no vienen nunca en solitario,
invitan a los dilemas y a los enredos, que siempre están unidos.
Cuando llegan, se convierten en nuestro principal tormento,
y al frente de nuestro barco tomamos los caminos equivocados.
A menudo, acusamos el golpe, y golpe tras golpe, purgamos nuestro dolor.
La moral detenta un contratiempo, 
terminamos la soga, bajo el efecto de la pena;
y apena ver que dejamos atrás tantos remordimientos desconocidos.
Enterrados en las cosas que pensamos que no pueden pasar desapercibidas
a sus ojos, alimentados por las lágrimas, la noche de mi caída.
Mis estados de ánimo no quieren rendirse, pero quemé mis posibilidades.
Ahora me gustaría cambiarlo todo, los acontecimientos que me han alcanzado,
que mis cartas sean cambiadas.
[Qué cojones digo, si no puedo cambiar el pasado]
Abrumada al ver el culo de sus objetivos,
no adjetivo lo suficientemente fuerte para describir nuestra decepción
cuando se trata de repetir la adición de especias sin excepción.
Para nuestra protección, nos aferramos a una hoja blanca empapada en tinta,
cerca del ahogamiento, esperando no beber de la misma copa. 
Pero ¿qué pasa si nuestros problemas se juntan
y se apilan para hacer espacio a los sueños inacabados,
y se reemplazan por una carta de despedida a su madre en la mesita de noche?
No seremos más que una existencia archivada entre fotografías y videos,
una habitación vacía y vaciada, que no será más que un abrigo para los carteles de mis ideales,
las cortinas cerradas, las inquietudes encerradas en el interior de mi misma.
Las lamentaciones hacen que me de cuenta de que existía otra manera
y de que en estallido mis lágrimas fueron versadas.
O eso creo.
Decepcionada por no haber sido capaz de revertir el curso de los acontecimientos,
e igual insatisfecha de ver mis rosas florecer marchitas.
El suicidio no es un problema, y tampoco una salida de emergencia.
No es el objeto de otros sufrimientos 
Una pistola en la cabeza seguirá siendo tal vez el único recurso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario