con nuestros decadentes motivos y
con el vino que madura nuestras inhibiciones con el calor que irradiamos,
la arena se precipita dejando puños vacíos,
nos mentimos cara a cara,
poro a poro,
codicia ardiendo por un sol de mediodía,
el sol y la bebida que induce la audacia.
Te pongo aún más cerca de mi,
contacto absoluto, con indiferencia flagrante,
a medida que tu aliento se acomoda sobre mi pecho.
Mis manos trazan los contornos de tu espalda,
buscando los arcos de tu deseo,
distanciándote tiernamente,
rescatándote,
para beberte la belleza,
hechizando tu ropa, convenciendo del suicidio a tu ropa interior,
a tus pantalones.Para liberar mis ojos,
cada curva ante mi.
Deslizo mi lengua bajo tu leve aliento
mientras la tensión se agita conmigo a la vez que me muevo,
dejando tenues rastros sobre tu cuerpo;
más abajo, el irónico y suave tempo del péndulo,
tic, tac,
tic, tac.
Tus manos, con sensación de desesperación,
me alcanzan con firmeza en busca de pruebas.
Un pequeño jadeo escapa de mi boca,
acariciando un delicado eco de mi lengua.
Con la fuerza cercana y arrepentida, alzas mi cabeza,
y con los labios triturados y con el aliento dulce y a la vez pesado,
atada con el embriagador alcohol del sexo,
nuestros cuerpos se resquebrajan.
La suma de aire cálido desplazado por la piel ardiente
mientras nuestros últimos lazos irremediablemente se entrelazan,
movimientos lentos alojados en la necesidad de liberación
mientras saboreamos la intimidad y el voyeurismo.
Y finalmente, con la lujuria animal saciada,
las olas de calma se acercan a nuestras mentes,
mientras mentimos,
juntos, como una única isla,
bebiendo el cóctel de sol y arena.
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