viernes, 21 de junio de 2013

Camas deshechas

He encontrado un mechón de tu pelo
enredado entre mis sábanas,
ahogándose en el océano que una vez navegamos,
perdido.

La chaqueta que llevabas
ahora cuelga de un alambre fino en mi armario.
Las polillas festejan en tela de un color gris apagado
y fingen ser mariposas.

Plantamos palabras en macetas de mugre,
haciendo promesas de margaritas con las manos sucias
solo para que las flores se marchitasen
cuando sus secas raíces fueran olvidadas.

Un medallón colocado en tu pecho,
eslabones de cadena de frío acero bloqueados en tu cuello,
agobiando donde la cordura se entrelazó una vez con la locura.

Los marcos sostienen atisbos de sonrisas
escondidas en posturas ordenadas,
que mantuvimos durante días
ignorando las cansadas quemaduras de los músculos debilitados
después de fingir tantas risas.

Y el café,
rancio,
en vasos astillados,
manchando con anillos marrones sus fondos blancos
cuando se dejan sin lavar por limpiar vasos de tubo
que se sirvieron entonces con vodka y confusión,
[porque el vodka con lima es para novatos]
esos que se beben las noches de los sábados
y se encuentran rotos en el suelo los domingos por la mañana.

Colillas de cigarrillos en piscinas de ceniza,
de liados que se inhalan en el alféizar de una ventana,
de recuerdos,
para que los pulmones los respiren
y para que las lenguas los degusten,
aunque ya estén cansadas de tanto probar.

A través de toques de sábanas suaves,
flores marchitas y tazas de café,
oigo pasos en pisos contiguos,
trayendo susurros entrecortados de liberación,
y sus dedos, como ramas, intentando agarrar el calor suave de la cama.

Y es que aún quedan nuevos marcos que comprar,
cadenas que reparar
y muchas camas por hacer.

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