Corrigiendo errores gramaticales,
sus ojos atraviesan línea tras línea tras línea
de desnuda piel de gallina.
Ningún dedo traza su recorrido,
aunque sus gafas magnifican como un segundo arrastre
a través de cada barrido lento,
excavando sus talones en toda la superficie,
mientras el estómago hace nudos inferiores.
No hay historias leídas, no hay historias escritas:
esto es una búsqueda,
una caza de errores casuales,
[hecha hace mucho tiempo,
durante el soleado y lleno de risas verano,
en las vacaciones con seis años,
o nueve,
o quizá diecisiete.],
errores para ser rodeados
con un rotulador -satisfecho de su insatisfacción-
rojo.
Subrayadores
para la posterior
corrección
con un frío
bisturí.
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