Tú vales mucho más
que el humo de tus cigarrillos,
o que el colocón confuso
que producen tus drogas.
Vales mucho más
que los chupitos de vodka
en barras de bares desconocidos
a las tres de la mañana,
y que los cortes que queman tu piel.
Vales mucho más
que las lágrimas resbalando por tus mejillas,
más que la tranquilidad,
y más que los sollozos demolidos que cantas antes de dormirte cada noche.
Mucho más
que el vidrio roto
y que las duras palabras frías que producen sus cortes.
Más,
mucho más
que una cuerda deshilachada
colgando de tus piernas
sobre un taburete caído.
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