martes, 23 de julio de 2013

Memorias de vuestros sábados

Él era el epítome de un niño sin amor.
Y él lo sabía.  
Y eso fue lo que le mantuvo inquieto y despierto la mayoría de las noches.

Bajó la mirada hacia el desorden de su pecho  
y escuchó la respiración tranquila que escapaba de los labios de una muchacha 
cuyo nombre no recordaba.
Por un segundo
se debatió sobre su búsqueda en los rincones más oscuros de su mente 
en un intento de recordar,  
pero se dio cuenta de que ni siquiera se había molestado en preguntarle.

Esto lo decepcionó
[y fue otro signo de interrogación   
que tuvo que añadir a la lista de nombres  
que mantenía dibujada en su mente]

Al pensar en esta lista en particular
se sintió enfermo, 
como si una gota de remordimiento se filtrara en su estómago 
y se extendiera como una infección  
y ahora amenazara con subir

Como la bilis.

Se incorporó sobre la cama 
y cerró los dedos alrededor del cuello de la botella de vidrio  
que mantenía oculta bajo sus muelles.
Se sentó y desenroscó la tapa
con los ojos hipnotizados por el líquido ambarino  
que se arremolinaba en la mitad inferior,
como un torbellino de oro.
La llevó a sus labios y la inclinó hacia atrás,  
llenando su boca con la calidez y la sensación de falta de memoria
mientras se quemaba la garganta,

y ese ardor lo dejó limpio de todo mal recuerdo,

de cada lágrima que tantas chicas habían derramado sobre sus rodillas  
frente a él
rogándole que las amara;  
de cada cigarro que había fumado en la azotea de su apartamento,  
en un esfuerzo por nublar esas mismas memorias
[sin éxito];
de cada farola en la que había encontrado consuelo  
mientras caminaba por las calles 
inconscientemente  
a las tres de la mañana,  
en busca de respuestas que nunca llegaron a él.

Cerró los ojos y se imaginó el whisky creciendo dentro de él  
hasta filtrarse en sus pulmones y llenarlos,  
ahogándolo.

Mantuvo la respiración,
observando a la mujer que dormía a su derecha.
Se sintió enfermo de nuevo, así que dio otro trago.
Supo que cuando volviese a mirarla ya no la recordaría
[lo que se estaba convirtiendo en algo rutinario por su parte.]
De hecho
su vida se había convertido en nada más que noches desconectadas  
con mujeres sin nombre y sin rostro  
y whisky que llenaba todo el espacio vacío en su interior.  

Y no estaba seguro de cómo había llegado a ser lo que era, 
pero ya no le importaba lo suficiente como para siquiera intentar entenderlo.

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