Nublado, 22 grados centígrados.
Fuera, en la playa, y dentro de mi cabeza,
El tiempo, color y temperatura, coordinados.
Las olas dicen
"¡hey! estamos a tu disposición,
camina sobre nosotras y ahoga tus penas.
Si son originales, te escupiremos de vuelta."
[Lo más probable es bastante común, y lo haremos]
"Mantenga su cuerpo a flote, Sr. Marinero de Palabras,
nos recompensan por sufrir sus ideas trilladas,
por tragar todo, a usted y a su aperitivo de poemas que nadie lee,
cuerpo y alma enterrados juntos
en el cementerio del océano,
sólo un poeta muerto más que añadir a esta sociedad,
a nuestra propia colección."
"No, gracias", dice mi orgullo,
"yo solo soy un ecologista,
o, al menos, un mentalista a secas,
cuyas palabras escapan de su cuerpo,
a través de sus ojos, sus orejas y sus dedos."
Caminando por la playa
mis ojos no se engañan,
las conchas, las cortezas, la muerte patas arriba,
los cangrejos y moluscos me han encerrado en un círculo,
cogidos de la mano,
también ellos bailan y cantan sus lamentaciones,
[como si no tuviera suficiente con la mía]
para mantenerme por mi propia cuenta.
Míradnos,
danzamos alrededor del fuego,
disfrazados de rastrojos de palabras,
afrontándonos a nosotros y a nuestros ahoras, a nuestras expuestas verdades.
Tomad vuestros cuentos de ojos tristes de debajo de las olas,
que tal vez ellas nos escuchen
mientras vosotros disfrutáis encadenando vidas ajenas a vuestras arenas invisibles.
Las aguas os atraparán a vosotros y a vuestras quejas,
pero sin hacer ruido.
Son como instrucciones enviadas y bien recibidas.
Tú, poeta, eres uno de ellos,
y dices que sin sus permisos no puedes escribir,
y en realidad no puedes porque tu tristeza es tan simétrica como sus reflejos en el espejo.
Sin culpa en la vida, pero sobrevivimos
sin lastimar a nadie, a nada,
sin embargo aquí estamos, acostados,
ignoradonos, desatendidos.
¿No nos reconocéis?
Somos las conchas, vuestras cáscaras,
vuestros poemas sin leer, vuestras insípidas labores sin conservantes.
Y vosotros acabaréis ahogándoos en el mar de a quién le importa.
Los secuaces de playa han crucificado mi nada,
la verdad,
nuestra mentira.
Para completar mi vergüenza,
el viento y la arena intentan sacarme alguna lágrima de los ojos,
pero no lo consiguen, porque yo ya llevo llorando un buen rato.
Soy una persona orientada hacia sus propios resultados.
¿Mis resultados?
Nada.
Ahora no sé a dónde ir.
El silencio lleva muchas horas descoordinado,
y la simetría de mi cuerpo, ahora poco racional,
ha ido a darse un baño con una mente silenciada.
02:36 AM
En cualquier parte de la playa de Somo.
24 de junio 2013
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