Sí, a ti, tonta
enamoradiza.
A ti, que te enamoras de cualquier cosa.
A ti, que conociste al
imbécil tropecientosmilcientocuarentaysiete, y siempre dices "¡sí! ¡este es! este es al que estaba
esperando".
¿Y qué haces? Dejas el móvil encendido veinticinco horas al día, y si te entran ganas de cagar te aguantas, por si te llama justo cuando estás haciendo fuerza.
¿Y qué haces? Dejas el móvil encendido veinticinco horas al día, y si te entran ganas de cagar te aguantas, por si te llama justo cuando estás haciendo fuerza.
Durante
una semana te vistes como una reina, y le sonries
a cualquier estupidez con cara de tonta. Te pones tu perfume todo el día, te
peinas cada tres horas y te depilas cada cinco, porque él te va a llamar.
Y suena el teléfono, que hasta lo pusiste en vibración para que fuera más emocionante, y cada vez que se mueve te da un vuelco el corazón.
Y suena el teléfono, que hasta lo pusiste en vibración para que fuera más emocionante, y cada vez que se mueve te da un vuelco el corazón.
Y tu sonrisa
sale de tu cara, y miras la pantallita con la misma cara de gilipollas. Y
sigues esperando, porque obviamente no es él. Pero no te importa.
Vuelves a tu casa contenta porque piensas que va a estar en la puerta, esperándote con un ramo de flores, arrodillado, pidiéndote disculpas. Pero llegas y está el portero, que te dice que no ha llegado ni la revista.
Vuelves a tu casa contenta porque piensas que va a estar en la puerta, esperándote con un ramo de flores, arrodillado, pidiéndote disculpas. Pero llegas y está el portero, que te dice que no ha llegado ni la revista.
Y como
todavía no llamó ¿qué haces? Lo llamas. Pero no te contesta. Y todavía no te
conformas, le mandas un puto mensaje y piensas “este no falla, fijo que lo
lee…”
Y ahí te quedas, esperando a que le de la puta gana de contestarte, para que el hijo de puta no tenga saldo. Pero tú lo entiendes y le das otra oportunidad.
Seguro que te mandó un e-mail. ¿Y qué haces? Enciendes el ordenador contenta, esperando que haya una declaración cibernética que lo explique todo. Pero no hay ningún e-mail nuevo, ni siquiera uno de esos de que te caerá la maldición gitana si no lo reenvías a setecientas personas en tres segundos. Y te cabreas. “El bastardo hijo de puta, del gato de la abuela de la tía de la prima de la madre." Sacas todas las barbaridades que te vienen a la cabeza. ¿Y qué haces? Llamas a todas tus amigas para rallarles la cabeza sobre la inexplicabilidad de los hechos, y recuerdas que ya te pasó lo mismo con la cuerda de subnormales de antes. ¿Y qué haces? Le hechas todas las maldiciones que te sabes, quieres que se haga mierda contra un puente, que pierda la memoria y que de lo único que se acuerde es de ti. “A éste no le contesto yo en la vida. Se va a enterar.” Ingenua de ti.
Y suena el teléfono. Y ahí está el número, ese que esperaste toda la puta semana parpadeando en tu pantallita.
¿Y qué haces? La cagas. Le contestas rapidísimo. Mal. ¿Estás tonta? ¿Sabes lo que va a pasar?
Te va a decir que estuvo ocupado. Que se reunió con unos amigos de la universidad. Que es todo un genio, que estuvo estudiando hasta tarde. Que estuvo ensayando. Que tenía parcial, que no durmió en toda la semana por estudiar y que se olvidó el móvil en la casa de su amigo. Que se le acabó la batería. Que lo apagó un rato. Que no tenía cobertura. Que estuvo trabajando sin comer ni dormir porque el éxito de la compañía descansa sobre sus hombros. Y claro, le vas a creer. ¿Sabes por qué? Por imbécil. Y lo peor de todo es que te va a invitar a salir, y todo lo que le insultaste y todo lo que le decías te lo vas a tener que meter por el culo. Y vas a terminar en su cama, durmiendo con el enemigo, y te va a meter en el coche, y te va a llevar a tu casa.
¿Y qué haces? Pillas el movil por si te llama y te dice que ha llegado bien, y esperas un rato largo.
Y ahí te quedas, esperando a que le de la puta gana de contestarte, para que el hijo de puta no tenga saldo. Pero tú lo entiendes y le das otra oportunidad.
Seguro que te mandó un e-mail. ¿Y qué haces? Enciendes el ordenador contenta, esperando que haya una declaración cibernética que lo explique todo. Pero no hay ningún e-mail nuevo, ni siquiera uno de esos de que te caerá la maldición gitana si no lo reenvías a setecientas personas en tres segundos. Y te cabreas. “El bastardo hijo de puta, del gato de la abuela de la tía de la prima de la madre." Sacas todas las barbaridades que te vienen a la cabeza. ¿Y qué haces? Llamas a todas tus amigas para rallarles la cabeza sobre la inexplicabilidad de los hechos, y recuerdas que ya te pasó lo mismo con la cuerda de subnormales de antes. ¿Y qué haces? Le hechas todas las maldiciones que te sabes, quieres que se haga mierda contra un puente, que pierda la memoria y que de lo único que se acuerde es de ti. “A éste no le contesto yo en la vida. Se va a enterar.” Ingenua de ti.
Y suena el teléfono. Y ahí está el número, ese que esperaste toda la puta semana parpadeando en tu pantallita.
¿Y qué haces? La cagas. Le contestas rapidísimo. Mal. ¿Estás tonta? ¿Sabes lo que va a pasar?
Te va a decir que estuvo ocupado. Que se reunió con unos amigos de la universidad. Que es todo un genio, que estuvo estudiando hasta tarde. Que estuvo ensayando. Que tenía parcial, que no durmió en toda la semana por estudiar y que se olvidó el móvil en la casa de su amigo. Que se le acabó la batería. Que lo apagó un rato. Que no tenía cobertura. Que estuvo trabajando sin comer ni dormir porque el éxito de la compañía descansa sobre sus hombros. Y claro, le vas a creer. ¿Sabes por qué? Por imbécil. Y lo peor de todo es que te va a invitar a salir, y todo lo que le insultaste y todo lo que le decías te lo vas a tener que meter por el culo. Y vas a terminar en su cama, durmiendo con el enemigo, y te va a meter en el coche, y te va a llevar a tu casa.
¿Y qué haces? Pillas el movil por si te llama y te dice que ha llegado bien, y esperas un rato largo.
Hazme caso, amiga, espera que ese idiota te llame, pero mientras… ¡Llama a otro! Agarra tu
banquillo de suplente y ármate un partidito de reserva. Diviértete, deja que te
busquen, que festejen sus goles, pero mándalos rápidamente al banquillo antes
de que se les suba la fama a la cabeza. Llama a tus amigas y sal a bailar,
¿quién coño te dice que no hay algo por ahí hecho especialmente para ti?
Déjate de lios, que todavía hay cabezas que cortar y muchas velas que soplar.
No pierdas el tiempo por un idiota cuando hay en el mundo muchos otros que esperan por ti. Muchos otros que serán tan o igual de idiotas que el otro, pero que en ese momento los tienes de reserva para darte cuenta de que el mundo está lleno de idiotas y que por ninguno de ellos debes de sufrir.
Déjate de lios, que todavía hay cabezas que cortar y muchas velas que soplar.
No pierdas el tiempo por un idiota cuando hay en el mundo muchos otros que esperan por ti. Muchos otros que serán tan o igual de idiotas que el otro, pero que en ese momento los tienes de reserva para darte cuenta de que el mundo está lleno de idiotas y que por ninguno de ellos debes de sufrir.
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