viernes, 8 de marzo de 2013

Lo que fácil viene, fácil se va.

Estar caminando por la calle y que pase al lado una persona con dos litros de colonia encima, colonia de a cinco céntimos el mililitro, de esa que hace que te gires intentando seguir el rastro del que la lleva, de esa que hueles y te entran unas ganas locas de follarte al mundo. Y pasa al lado esa mujer del tipo "no te lo crees", que a cada paso que da deja bajo su piel la piel hecha arcilla de la madre tierra. Y pasa al lado un jóven que deja a su paso la estela de la belleza hecha veinteañera. Y pasan, y pasan, y de repente pasa, que te cruzas con una persona que aunque ni deje huella alguna de su perfume ni haga bocas agua, te deja el corazón hecho azúcar. Y pasa que a veces pasa. Pero pasa de largo, y tras un encuentro fugaz de miradas profundas pero clandestinas, vuelves a buscar entre la muchedumbre de la calle otra mirada huidiza que se cruce con la tuya, que te encuentre.

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