Haz que tu mente huya lejos de ti.
Cabalga sobre las mariposas de mi estómago,
sobre las lágrimas de mi deseo.
Bebe de la botella de vodka que tengo guardada entre las piernas,
que si te emborrachas, esta noche yo te protejo.
No pienses.
Escribe sobre las líneas de nuestros primeros silencios,
escucha los mis y los las de mi melodía sobre tu conciencia.
No pienses.
Derriba con dinamita invisible los puentes de tu vida,
que los pájaros de tu cabeza desplieguen las alas,
que yo esta noche estaré debajo para agarrarte cuando caigas.
No pienses, déjate caer.
De espaldas, para que no veas.
Confía en mi melodía como yo confié en el whisky al que sabía tu boca.
¡Déjate caer y deja de pensarme!
Si me piensas me pesas, y no puedo ser más pluma.
Que luego sin pluma no escribo, y si no escribo te borras.
Y si no escribo, no existes.
Pero esta noche sí.
Y mañana por la tarde piénsame,
que si te he visto no me acuerdo,
y si me piensas por la noche avísame,
que a esas horas siempre me pierdo,
y después de todo discúlpame,
aún creo que puedo sanar las heridas de tu mente,
[pero no me pienses]
y quizá luego te queden cicatrices que te recuerden siempre el golpe,
que te recuerden mis mis y mis las,
pero después de la noche te digo adiós,
y hazme un favor, tú a mi recuérdame,
pero no me pienses.
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