Se ha empapado nuestra pluma en nuestro antojo de cambiar nuestra visión,
de tomar un camino paralelo, como una evasión furtiva.
Se ha empapado nuestra pluma, y es ciertamente una herejía
decir que asumimos y que escribimos poesía.
Existe, al parecer, un instante en la escritura
que olvida la página en blanco y que borra los tachones,
un verdadero aturdurdido segundo, una especie de trance,
que aparece misteriosamente y se evapora en silencio,
y al que violamos o al que hacemos poema.
Buscamos ese momento,
que enciende una llama que nos alumbra brevemente.
Es posible combatir el dolor con las palabras.
No es más que una leyenda, pero espero tocar con los dedos ese momento,
algunos segundos del poeta que escapan del espacio-tiempo,
los momentos raros e irreales que la paz mental inunda.
Sentimos como un corte en la vida, como un sueño.
Olvidamos los golpes duros de la vida, como una tregua.
Es un fenómeno poderoso, no te hablo de inspiración,
pero sí de un soplo más profundo, como una segunda respiración.
Vemos y oímos la tinta cobrando vida,
probamos y sentimos el sabor de una rima errante.
Tocamos con el dedo el momento que nos envuelve con su poder.
Es, sin cesar, el renacimiento de la misma esencia que nuestros cinco sentidos.
Es el momento cuando pasamos al otro lado de los paisajes,
simpatizamos con viento y tuteamos las nubes,
es de día en plena noche y es de noche en pleno día.
Aprovecha este instante, no durará para siempre.
Y no es más que una leyenda, pero espero tocar con los dedos ese momento.
Algunos segundos del poeta, que escapan a su precario entendimiento.
El momento en el que el velo se levanta
y la magia vuela hacia dónde corrí tras un sexto silencio.
Si no hemos alcanzado el nirvana, debemos de estar en su umbral.
Sin embargo, estoy simplemente sentada delante de mi hoja.
Posiblemente, ese momento no exista más que en mi desdichada mente
y que sea completamente mitómana cuando escribo.
Pero dejo mi pluma, no hay manera de que me detenga.
Tengo antojo de escribir cómo tú tienes antojo de fumar,
y para quitarme este deseo te pediría volver a recordarme,
porque mientras pueda escribir, continuaré pensando.
No es más que una leyenda, pero espero tocar con los dedos ese momento,
algunos segundos del poeta que escapan del espacio-tiempo,
los momentos que redescubrimos, que conocemos más o menos.
Tú ya lo tocaste, soy testigo.
Se ha empapado nuestra pluma en nuestro antojo de cambiar nuestra visión,
de tomar un camino paralelo, como una evasión furtiva.
Se ha empapado nuestra pluma, y es ciertamente una herejía
decir que asumimos y que escribimos poesía.
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